Los desequilibrios globales se manifiestan con dureza en momentos de ciclo económico desfavorable como el actual, no sólo a través del cierre y/o reducción del tamaño de compañías o del disparatado aumento de tamaño e insostenibilidad de las cuentas públicas, sino enviando a millones de personas a la pobreza.
Buena parte de los problemas de hoy tiene su origen en decisiones políticas relacionadas con el abuso de la deuda y su posterior gestión. Así, cabría esperar que las soluciones también provengan de las esferas políticas.
Las políticas centradas en la gestión de la miseria, recorte de presupuestos, reducción del estado de bienestar y de los beneficios de la mayoría… son difíciles de adoptar y siempre contrarias al interés electoralista por lo que las actuaciones políticas suelen ser esquivas y lentas.
Los ejemplos abundan, desde Grecia, Irlanda… hasta el actual precipicio fiscal que no son fruto de otra cosa sino de decisiones que deberían haberse tomado en su momento pero que los políticos prefirieron posponer. Los mismos políticos que presumiblemente van a sortear el precipicio posponiendo el asunto de nuevo.
Esperando la resolución del precipicio, los analistas e inversores vienen recibiendo noticias y publicaciones de datos de evolución macro cada vez menos favorables y más inciertos, al mismo tiempo que esos inversores están embarcados en arriesgadas inversiones gracias a la trampa de la represión financiera y el apuntalamiento.
Me refiero al riesgo de activos de deuda que, aún estando de moda, son de baja o muy baja calidad, high yield, tal como comenté en el escrito del viernes pasado. La relación entre la escalada en la incertidumbre y caída en la rentabilidad de los activos de mayor riesgo es del todo irracional, observen el gráfico siguiente:
La combinación anterior -incertidumbre al alza y riesgo a la baja- es explosiva, como una bomba de relojería, y conviene tener presente esta relación ante un año 2013 que, en general auguran positivo las casas de análisis, siendo el primero del ciclo electoral y ante un «precipicio fiscal» que aunque sea eventualmente sorteado, trasladará debilidad a la economía y provocará episodios de fuerte volatilidad a los mercados.
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